¿Qué tendrá la pereza para que nos caiga tan mal?
Si consultamos a la infalible RAE, la pereza se define como negligencia, tedio o descuido en las cosas que estamos obligados a hacer. Y por si fuera poco añade: flojedad, descuido o tardanza en las acciones o movimientos.
Y entre las definiciones que ofrece la RAE, sin duda esta se lleva la medalla de oro:
“Que por demasiada afición a dormir se levanta de la cama tarde o con repugnancia”
Al margen de estas sabias definiciones de la RAE, vale la pena que nos paremos un momento a pensar un poco más allá y nos preguntemos ¿cómo nos hace sentir cuando se apodera de nosotros?
Parece que cuando la pereza enseña la patita nos hace sentir incómodos. Nos provoca una especie de lucha interior entre la vocecita buena que nos dice «¡ponte a hacer cosas pero ya!» y la que nos dice «ufff, calla calla, con lo bien que estás aquí en el sofá, sin hacer nada».
Por otra parte, la pereza es algo que solemos esconder ante los demás. Nos cuesta mucho admitir que no estamos haciendo nada, porque eso nos hace parecer personas inactivas, pasotas y que aportan poco a la sociedad.
La pereza tiene un poder tan fuerte sobre el ser humano que ha sido retratada en grandes obras de arte y parece que ha sido incluso la responsable de la existencia de grandes inventos como la rueda, el ascensor o incluso el teléfono.
De unos años a esta parte, han ido surgiendo diferentes corrientes y hábitos que reducen las connotaciones negativas de la pereza. Nos referimos al Mindfullness y al concepto danés Hygge, que en esencia lo que persiguen es enseñarnos a disfrutar de las cosas sencillas ayudándonos a calmar el ritmo frenético de nuestras vidas.
En esta misma tendencia surge lo que los holandeses llaman: Niksen
“Niksen: la nueva pereza. El arte de no hacer nada”
Aunque pueda parecer curioso, no hacer nada tiene muchas ventajas. Permite que nuestro cuerpo y nuestro cerebro descanse y que, al aburrirnos, potenciemos nuestra creatividad, inspiración y pensamiento a largo plazo.
No hacer nada supone recargar pilas y al final, eso se traduce en que cuando nos pongamos manos a la obra con nuestras cosas, seamos más eficientes.
En cuanto a la práctica del «Niksen», es necesaria la desconexión total del móvil, la tablet y el ordenador… no vale practicar Niksen mientras cotilleamos Instagram.
A modo de resumen, diremos que la pereza resulta ser menos mala de lo que imaginábamos, eso si, con moderación como todo en la vida 😉
Aquí en Better by Letter, la pereza también llama a nuestra puerta de vez en cuando, incluso cuando se trata de escribir cartas… que no lo vamos a negar, a veces da mucha mucha perezota, pero como conocemos las ventajas y virtudes de las cartas a fondo, siempre le ganamos el pulso.
Como muestra, aquí va nuestra carta a la Pereza y por cierto, si te da muchíiiiisima pereza leerla también puedes escucharla: